La sanación y el crecimiento personal van de la mano, no existe el uno sin el otro.


Hemos de sanar las heridas que llevamos como lastre hace años y vidas.

A veces esas heridas ni siquiera son nuestras, son de nuestro árbol genealógico, de algún pariente más cercano o más lejano que por lealtad al sistema decidimos hacer nuestras. Lo que no han sanado nuestros antepasados se hereda hasta que algún miembro del clan decida cortar el hilo de esa historia.


Para cortar esos patrones podemos recurrir a la sanación chamánica, sin embargo, de nada serviría cortar hilos y ataduras si no ponemos nuestra cuota de consciencia en ello que realizamos.


Hay momentos, es cierto, donde no es necesario saber exactamente lo que está ocurriendo, soltamos y confiamos en el movimiento inteligente de la energía. Pero en la mayoría de los casos, la necesidad de dar un paso en la conciencia, hacernos cargo de la situación y decidir cuál será el siguiente movimiento, resulta imprescindible, para avanzar en el camino.


Crecer como personas tomar responsabilidad, responsabilizarnos de quienes somos, comprender que no hay víctimas solo responsables, y descubrir nuestro disfraz. Quitarnos la máscara que nos ponemos para protegernos (de qué?)


Como yo lo vivo, la sanación ayuda a ver capas, a removerlas para soltar los automatismos y coger las riendas de nuestra vida. Acercándonos un poco más a nuestro SER y apartándonos de la mecánica manera de actuar: acción-reacción.

Se requiere constancia, consciencia y disponibilidad.

¿Estás listo para dar el salto?