La mecánica del enfado es muy peculiar, es una respuesta muy primitiva y su detonante está en la sensación de sentirnos amenazados. No sólo una amenaza física sino también simbólica, cuando sentimos amenazadas nuestras creencias, nuestra autoestima, nuestro amor propio.
Cuando recibimos cualquier tipo de amenaza, se produce un movimiento muy interesante.

¿Qué pasa en nuestro cuerpo cuando nos enfadamos?

Por un lado, la señal de ataque llega al sistema límbico, desde donde se envían unas hormonas, adrenalina y noradrenalina, que activan la circulación, aumentando el tono corporal necesario para emprender una acción adecuada: lucha o huída. Éstas son las 2 acciones a las que responde la parte del cerebro más rudimentario, encargado de mantenernos con vida.

La mente en este punto, no distingue entre un peligro real “puede devorarme un león” o uno simbólico “debí entregar este informe antes del viernes”.

Por otro lado, la señal de agresión se dirige hacia el neocórtex, que es la zona reflexiva del cerebro, la que nos permite racionalizar lo sucedido.

De este modo, por un lado tenemos unas hormonas generando una tensión en el cuerpo, y por el otro, tenemos nuestra mente, que en la mayoría de los casos lo que hace es darnos mil motivos más para reafirmar el enfado: “Porque él/ella no debería…”, “es una injusticia”, “yo no me merezco que…”, “Siempre igual”, y mil etcéteras que lo que hacen es incrementar la sensación de enfado, lo que a su vez vuelve a generar otra descarga hormonal que mantiene o incrementa aún más la irritabilidad. 

La escalada

Puesto que cada reacción de excitación tiende a marchar muy lentamente, se produce una escalada de enfado donde cada nueva descarga se produce antes de que la anterior se haya disuelto. Es como si cada nueva descarga cabalgara encima de la anterior, lo cual va incrementando vertiginosamente el nivel de excitación psicológica.

Cualquier pensamiento o estímulo exterior que tenga lugar durante este proceso provocará una irritación mucho más alta que la que tendría lugar al comienzo de la secuencia.

Teniendo en cuenta este mecanismo, resulta sencillo comprender que estallemos en situaciones que no lo haríamos cuando estamos tranquilos. Todos sabemos qué diferente reaccionamos a un comentario sarcástico un tranquilo sábado que después de una dura jornada laboral!

Comprender este mecanismo nos sirve para reflexionar sobre la respuesta adecuada frente a un enfado.

¿Qué hacer cuando nos enfadamos?

Lo primero que debemos de hacer es tomarnos un tiempo para enfriarnos. Si el enfado es con una persona que tenemos cerca, lo mejor es tomar distancia el rato necesario para tranquilizarnos.
El enfriamiento también implica ser consciente de los pensamientos que brotan en esos momentos y reconducirlos, o bien hacer alguna actividad que nos ayude a distraernos, para parar el monólogo interior.

Si hemos tenido una discusión, un día difícil, o un accidente al volver a casa, tengamos en cuenta que nuestro umbral de irritabilidad estará muy bajo y eso puede ocasionar estallidos, se habla del secuestro emocional cuando en este estado de tensión interna reaccionamos desmesuradamente. Lo que sucede en estos casos es que la reacción del cerebro instintivo actúa más rápido que el cerebro racional.
En ocasiones, es mejor ir a dar un paseo antes de volver a casa, y, si no tenemos la posibilidad de hacerlo, respirar muy profundamente.

También es buena idea poder hablar sobre lo sucedido con alguien que nos aporte calma o intentar tomar espacio personal que nos brinde el tiempo suficiente para disminuir la tensión interna.
Dado que los residuos fisiológicos del enojo actúan como un detonante capaz de generar más enojo, un descanso más largo nos proporciona más tiempo para que el cuerpo se recupere de la excitación previa.

Ten en cuenta que no solo los infortunios y discusiones nos producen malestar. Ver el noticiero, mirar películas inquietantes, quejarnos o escuchar quejas de manera reiterada también nos vuelve más irritables.Así que es mejor cuidar lo que pensamos, lo que oímos, lo que decimos…

Y cuando sientas el fuego interior: respira, camina, baila o muévete hasta que se enfríe el calor del enfado.

Foto Max Ravier