La mañana de esta foto comenzaba un nuevo curso de Yoga para mamás y bebés, actividad que me encanta hacer. Ya llevo unos años dando estas clases, y fui notando como con el tiempo y la práctica me iba soltando cada vez más y sintiéndome cada vez más cómoda en una clase que conlleva un cierto grado de “dificultad”. Hasta hace poco clases que daba era de grupos reducidos, no fue hasta el curso pasado que comencé a trabajar con clases de 10-14 mamis y sus respectivos bebés, claro! Obviamente la primer clase estaba tensa!

Como madre, hace años que aprendí que mi estado de ánimo repercute directamente en el estado de mis hijos. Cuando mi hija mayor nació, se pasaba el día entero (y la noche) enganchada a la teta, así que me dio tiempo de leerme cuanto libro de crianza con apego y psicología del puerperio cayera en mis manos. De las primeras cosas que entendí es que los bebés son esponjas, captan toda la energía y emociones del ambiente que los rodea, principalmente, de su madre o figura primaria (que suele coincidir, aunque no siempre). Desde entonces, intento estar siempre alerta al estado anímico de mis hijos como indicativo del mío propio, claro que esto en la vorágine del día a día suele ser complejo. Bastante tenemos la mayoría de madres (y los padres implicados también, claro) gestionando la vida práctica y emocional de nuestros hijos y la nuestra propia, como para detenernos a hacer un insight, y ver como se acomoda todo eso en nuestro ser. Éste sigue siendo un largo aprendizaje, que hasta donde yo sé, o hasta que mis hijos sean adultos, no acaba.

Aquella mañana (que en realidad es hoy mientras escribo) comencé una nueva clase, decía, y al volver a casa me quedé pensando que tranquiles habían estado les bebés hoy, cosa “rara” siendo que el primer día entran en un espacio nuevo con voces y caras nuevas. Entonces, me di cuenta, que mi energía al comenzar la clase era de verdadera calma y seguridad. Sin prisas, sin expectativas, receptiva, atenta….y entonces confirmé algo que ya sabía, pero que se hizo patente gracias a les bebés y su transparencia y “esponjismo”. En clase, cada madre trae su propia energía, pero la gran mama mientras dura esa hora y cuarto soy yo, y mi energía es la que abraza y envuelve a cada uno/a de los integrantes así que, igual que me pasa en casa, intentaré no distraerme y los días que “mis bebés” en clase estén movidos, me tomaré un rato para observarme y ver qué me inquieta.

Y tú, ¿ya has pensado a quién influyes con tu energía y tu estado de ánimo?

Adriana Budnik